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  • 24/04/2025

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AA-Info n.8 - Abril 2025

La fidelidad, entre don y deber

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Editorial

P. Ngoa Ya Tshihemba

Superior General de los Agustinos de la Asunción

Me encanta la fórmula que utilizan los que celebran los jubileos, sobre todo en la vida religiosa. Muy a menudo los oigo decir: «Celebramos la fidelidad de Dios». Sí, Dios ha permanecido fiel. En efecto, cuando Dios hace una alianza con su pueblo, permanece fiel: «Yo caminaré en medio de vosotros; yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo» (Levítico 26, 12). Pero esta alianza no es un camino de sentido único: Dios invita a su pueblo a comprometerse con él y a vivir de acuerdo con ese compromiso. Sin embargo, las Escrituras dan testimonio de muchos fallos por parte del pueblo de Dios. El título de este editorial se hace eco de esta lucha cotidiana: perseverar en la alianza, a pesar de los desafíos y las pruebas. Nos llama a un compromiso renovado y a una fidelidad que hay que construir cada día.

Un documento de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica nos recuerda que «la dificultad de la fidelidad y el declive de la perseverancia son experiencias que forman parte de la historia de la vida religiosa y consagrada desde sus comienzos »[1]. Esta realidad no debe desanimarnos. Durante siglos, hombres y mujeres comprometidos con la vida religiosa y consagrada han mostrado un valor inquebrantable para permanecer fieles a sus compromisos por la gracia de Dios. Han tenido que hacer sacrificios y han elegido los medios adecuados para cumplir sus promesas y alcanzar sus objetivos. Algunos se retiraron a desiertos (para estar lejos del «ruido del mundo»). Otros, aun permaneciendo «en el mundo», han hecho votos privados. Uno de ellos es nuestro fundador, el P. Emmanuel d’Alzon. Me impresiona mucho el contenido de sus votos privados y la frecuencia con que los hacía:

  • En junio de 1844, en el santuario de la Consolata de Turín, hizo el voto privado de no aceptar ninguna dignidad eclesiástica, salvo por orden del Papa.
  • En 1845, en Notre-Dame des Victoires de París, hace voto privado ante la Virgen de trabajar por el Reino de Dios.
  • El 8 de septiembre de 1846, hace otro voto: consagrarse enteramente a la perfección de la Madre María Eugenia de Jesús, fundadora de las Religiosas de la Asunción.
  • En enero de 1861, hace voto de buscar la perfección. Su lema sería «Mihi vivere Christus est».

He aquí un hombre que quería consagrar su vida a lo que consideraba justo y bueno.

Hay situaciones y realidades que pueden socavar nuestra fidelidad: la mala gestión de las dificultades que encontramos en el camino, las ambiciones egoístas, el miedo, etcétera. Hacer votos privados puede ser un medio eficaz para redoblar nuestra vigilancia y nuestro valor. En esta perspectiva, el P. Emmanuel Bailly, junto con otros hermanos de Nimes, formuló el voto de fidelidad en 1871. He aquí un extracto: «Ante las conmociones sociales de nuestro tiempo, nosotros, los religiosos de la Asunción abajo firmantes, nos comprometemos a permanecer fieles a la práctica de nuestras reglas y de la vida común, cualesquiera que sean las circunstancias en que nos encontremos y la situación creada por los acontecimientos para nuestras obras o para nuestra Congregación». (E.S. p. 1090). Este extracto de la fórmula del voto indica su objetivo: permanecer fiel en toda circunstancia.

La fidelidad no es una especie de logro personal basado en algún tipo de esfuerzo personal. ¿Quién puede presumir de tal prodigio? Nuestra fidelidad está sostenida por Aquel mismo que dijo: «Yo estaré con vosotros». Es, pues, gracias a un cierto empuje de la memoria, que reaviva en nosotros las promesas de Aquel que es siempre fiel, que las fuerzas interiores se despiertan en nosotros y nos ayudan a perseverar. Es en el sentido en el que nuestro Fundador, parafraseando a Santo Tomás, dice que el hombre debe su fidelidad a Dios, por el dominio divino sobre todas las criaturas, y en particular sobre todas las criaturas inteligentes; por sus beneficios en todos los tiempos; por las promesas hechas por el hombre[2]. El hombre que recuerda el bien que el Señor ha hecho en su vida dirá desde el fondo de su corazón: «¿Cómo podré pagar al Señor todo el bien que me ha hecho? Levantaré la copa de la salvación e invocaré el nombre del Señor. Cumpliré mis promesas al Señor, sí, ante todo su pueblo» (Sal 115,12-14). Esta «fidelidad-respuesta» no se vive con gestos extraordinarios, sino con la fidelidad a las pequeñas cosas. Esto es verdad. Por ahí debemos empezar: por la necesidad de prestar atención a las pequeñas cosas y ser fieles a ellas. Hagamos nuestra parte, y Dios hará el resto.

Para leer la AA-Info n°8 completa, siga este enlace...


[1] CIVCSVA, El don de la fidelidad, la alegría de la perseverancia, Libreria Editrice Vaticana, 2020, n. 1.

[2] Écrits Spirituels du Serviteur de Dieu Emmanuel d’Alzon, Rome, Maison Généralice, 1956, p. 494.