¿Qué hacemos?

UN ESTILO DE VIDA APOSTÒLICA PARTICULAR

Nuestro directorio comienza diciendo : "Cristo es mi vida" y termina con: "No puedo amar a Jesucristo sin querer que todos lo amen: éste es el carácter apostólico de mi vida" .

APÓSTOLES

El Padre d'Alzon nos dejó esta maravilla de vida unificada que fue la suya. ¿Por qué ser un apóstol? Porque estaba cautivado por el amor de Cristo y quería comunicar su pasión.

Aquí es donde debemos empezar, aquí es donde debemos volver cuando hablamos del apostolado. La evangelización, nombre que ahora se da al apostolado, es la forma de decir y demostrar que la felicidad se llama Jesucristo.

Incansablemente, nuestros documentos de Congregación retomarán esta convicción del P. d'Alzon: el amor de Cristo lo guia todo, por lo tanto también el apostolado.

Con su gusto por las preguntas contundentes, como un hombre que no se deja engañar, el Padre d'Alzon nos invita a comprobar la realidad de nuestro apego primordial: "Todos los afectos de mi corazón y todas las fuerzas de mi ser deben tender hacia Jesucristo. ¿Cristo es mi todo? ¿Mi corazón es totalmente libre? Si es así, podemos lanzarnos en alta mar. (ES, p. 20)

NO HAY APÓSTLES PRINCIPIANTES

Sin esta ancla y este fuego nos arriesgamos a lo peor: a ser apóstoles amateurs. Hay, si se me permite decirlo, una profesionalidad en el apostolado, y con ello me refiero a la seriedad, a la competencia, a una fuerza que puede superar el fracaso y el cansancio. Esta seriedad proviene de una sola fuente: Jesucristo, tan amado que queremos que todos lo amen. Y para conseguirlo, aprenderemos lo que tengamos que aprender y haremos lo que tengamos que hacer, es decir, lo máximo. El Padre d'Alzon no era en absoluto un minimalista.

Desde los inicios el Padre d'Alzon nos inculcó su fuerte conviccón: somos contemplativos en la acción, lo uno nunca va sin lo otro, hasta en los más pequeños detalles de nuestra vida.

El apóstol asuncionista es una flecha lanzada desde el arco de la oración. La verdad primordial del apostolado asuncionista es: amar a Jesucristo lo suficiente para que todos le amen sin dejarlo nunca. Para el P. d'Alzon, la fuerza del apostolado equivale a la fuerza de nuestro amor a Cristo.

P. Andre Seve, a.a.